El mandar obedeciendo zapatista como construcción de una categoría en Filosofía Política

Abraham A. Rasgado González

A Ana Toledo,

pensadora y constructora del silencio.

 

“Para ellos, nuestras historias son mitos,

nuestras doctrinas son leyendas,

nuestra ciencia es magia,

nuestras creencias son supersticiones,

nuestro arte es artesanía,

nuestros juegos, danzas y vestidos son folklore,

nuestro gobierno es anarquía,

nuestra lengua es dialecto,

nuestro amor es pecado y bajeza,

nuestro andar es arrastrarse,

nuestro tamaño es pequeño,

nuestro físico es feo,

nuestro modo es incomprensible.”

Subcomandante Insurgente Marcos

 

“Agregamos nosotros: Para ellos, Nuestro filosofar no lo hay.”

Carlos Lenkersdorf

 

I. INTRODUCCIÓN

Muchas veces se dice que los latinoamericanos, o más, los indoamericanos, no somos capaces de hacer reflexiones a la altura del pensamiento occidental. Se nos niega la palabra y se nos niega el derecho a pensar filosóficamente. Nos dicen que nuestra forma de entender el mundo es errónea, salvaje. Y cuando nos llegan a respetar usos y costumbres, lo hacen como mirando para abajo: ya progresarán, y entonces entenderán las bondades de nuestras prácticas democráticas y políticas. Nadie pone atención a lo que las comunidades originarias del continente tienen que proponer. Y no sólo como una mera abstracción, sino como una práctica que tiene una tradición milenaria que funciona, ya que han logrado mantener un equilibrio en sus convivencias cotidianas no sólo social o políticamente, también como una forma de convivir con la naturaleza, con la religión, etc.

El EZLN es una organización político-militar que puso de nuevo en la mesa de discusión el estatus del indio en el México “moderno”. Lo volvieron a hacer visible con la fuerza de sus armas y sobre todo con la fuerza de sus palabras. Tomaron esa sabiduría indígena y la transformaron en discursos y prácticas políticas. Y ahora vamos a tratar de hacer una construcción filosófica de lo que los zapatistas (aunque no sólo ellos) han propuesto: el mandar obedeciendo.

No haremos un estudio exhaustivo de las cartas, comunicados y demás epístolas zapatistas. Sólo hemos tomado una de sus propuestas y la hemos investigado en las corrientes filosóficas para poder ayudarnos en su construcción. Y lo hemos hallado en la Filosofía de la Liberación, sobre todo en lo que el doctor Enrique Dussel ha practicado. Ojalá y hayamos logrado nuestro cometido.

II. CONTEXTUALIZACIÓN

La aparición pública del Ejército Zapatista de Liberación Nacional el primero de enero de 1994, planteó nuevas problemáticas no por la aparición del EZLN en sí, sino porque la sociedad, el gobierno, los filósofos, etc., habían estado obviando ciertas cuestiones que hasta esos días comenzaron a ser tomadas en cuenta. Es decir, los zapatistas vinieron a mostrarnos al México plural, al México negado, al país racista que los había olvidado “en el último rincón del país”. Al México que sólo se entendía como nación al homogeneizar a todos, o para decirlo en palabras prosaicas, nuestro país quería que todos fuéramos mariachis, no importando que la mexicanidad se compusiera de muchísimos más aspectos que ese reduccionismo folklórico.

Ahora bien, otro tema que salta a la vista en estos asuntos relacionados con el levantamiento zapatista del año 94, es la ideología dominante del capitalismo no sólo como sistema económico, sino político, social, cultural, etcétera, en los tiempos del “fin de la historia”, como preconizó Fukuyama. Después del derrumbe del autodenominado “socialismo realmente existente”, la decepción llegó. Los desencantados de la izquierda pro-soviética ahora expiaban sus culpas convirtiéndose velozmente al capitalismo, descubriendo de pronto que éste no era tan malo como decían su conciencia y su pasado rojos. Pero, a parte de ello, se fraguó una independencia teórica en Latinoamérica. Hubo sectores de izquierda que pudieron realizar sus reflexiones sin la sombra soviética que los engullera. Pero, como la pregunta central que se plantea la primera, la original, Escuela de Frankfurt: “¿cómo era posible que al forma de reproducción capitalista, a pesar de su obvia disfuncionalidad, siguiera existiendo y tuviera cada vez más apoyo popular?”. El zapatismo dijo: Basta, y están presentado una oposición verdadera a este sistema que cada vez se muestra como el causante de la destrucción de la naturaleza y el sufrimiento de millones de personas en todo el mundo y a través de mucho tiempo.

Pero, en un primer momento, según interpreto, los partidos, las organizaciones de izquierda, quedaron pasmados; la sociedad civil comenzó a rebasarlos y a salirse del guión establecido por aquéllos para realizar luchas y reivindicar demandas de carácter social. Y a partir de ahí, “estos movimientos políticos han sustituido, sin más, el ideal socialista por el ideal democrático.” En este contexto post-guerra fría (o la III Guerra Mundial, como le llama el Subcomandante Insurgente Marcos) es cuando surge la lucha armada en el estado de Chiapas. Y es cuando se presentan nuevas formas de lucha (una guerrilla muy poco ortodoxa, a como habían venido actuando las luchas de liberación nacional en América Central) y propuestas rebeldes (mas no revolucionarias) que rompen los paradigmas y los temas que siempre habían dominado el discurso de las guerrillas “tradicionales”.

Muchos temas ha propuesto, desde mi perspectiva, el EZLN. La otredad, la categorización detallada de lo mexicano, lo que, estando en México, trasciende lo meramente mexicano (como puede ser la distinción en sus discursos de la lesbiana, el homosexual, la prostituta, el chavo banda, el indígena, el obrero, la ama de casa, el darketo, el punketo, etc.). Es decir, el zapatismo nos invita a ser parte de esta nación, pero sin dejar de ser lo que somos (o en otras palabras: ser mexicano sin ser mariachi o “parrandero y jugador”). En resumen, el multiculturalismo. Asimismo, han reflexionado sobre la libertad, sobre el poder (al cual rechazan, esto es, que no quieren acceder a él), sobre la democracia y sobre la justicia.

El EZLN se alzó en armas tomando varias cabeceras municipales del suroriental estado de Chiapas. Según su dicho, se rebelaban por tres demandas básicas: democracia, libertad y justicia. En el primer pronunciamiento público que hicieron de forma escrita (la primera Declaración de la Selva Lacandona), según los analistas políticos, mostraban un lenguaje político ensimismado, muy obsoleto, marxista-leninista (que, para esos analistas, era signo de una antigualla y un empecinamiento ideológico). Carlos Fuentes dice que el lenguaje del zapatismo “ya no es el lenguaje petrificado, dogmático, pesado, sino un lenguaje mucho más fresco, nuevo [que el del alzamiento]”. Carlos Monsiváis, por su parte, decía sobre la Primera Declaración:

La primera Declaración de la Selva Lacandona me pareció delirante […] Es demencial la pretensión de un grupo de mil o dos mil personas declarar la guerra al Estado mexicano […] No hay que idealizar tan rápidamente a los alzados. Su lenguaje político es rudimentario, su idea del socialismo corresponde al modo desinformado con que adoptan utopías difusas.

Monsiváis, con el lenguaje y reflexiones apresurados y dicharacheros que lo caracterizan, califica al zapatismo como rudimentario en sus planteamientos políticos (pues éstos se dan a través del lenguaje). Es posible que el zapatismo haya calculado mal sus formas expresivas, esto debido al aislamiento relativo en el que se mantuvieron para preparar su ofensiva militar, pero ello no es suficiente para descalificar como “demencial” y “rudimentarios” a las pretensiones y planteamientos de la guerrilla. No creo que el EZLN haya abandonado un ideal supuestamente socialista de marxismo-leninismo, de lucha de clases, propias de las guerrillas de Liberación Nacional centroamericanas, por un discurso de indigenismo. Más bien yo creo que de ahí partió, de la formación marxista de los líderes, para avanzar y transitar a una lucha transmoderna. Desde el principio el Ejército Zapatista ha dicho:

-¿Hay contenidos raciales y étnicos en sus demandas?

-El Comité Directivo está formado por indios tzotziles, tzeltales, choles, tojolabales, mames y zoques, los principales grupos étnicos de Chiapas. Todos ellos han estado de acuerdo y, además de democracia y representatividad, demandaron respeto, respeto que los blancos nunca les han tenido. Sobre todo en San Cristóbal, los “coletos” (sancristobalenses) son muy insultantes y discriminadores con respecto a los indios en la vida cotidiana. Ahora los blancos respetan a los indios, porque los ven con las armas en la mano.  

En otro lado agrega:

Desde el día 1o. de enero del presente año nuestras tropas zapatistas iniciaron una serie de acciones político-militares cuyo objetivo primordial es dar a conocer al pueblo de México y al resto del mundo las condiciones miserables en que viven y mueren millones de mexicanos, especialmente nosotros los indígenas.

[…]

los mandos y elementos de tropas del EZLN son mayoritariamente indígenas chiapanecos, esto es así porque nosotros los indígenas representamos el sector más humillado y desposeído de México, pero también, como se ve, el más digno. Somos miles de indígenas alzados en armas, detrás de nosotros hay decenas de miles de familiares nuestros. Así las cosas, estamos en lucha decenas de miles de indígenas. El gobierno dice que no es un alzamiento indígena, pero nosotros pensamos que si miles de indígenas se levantan en lucha, entonces sí es un alzamiento indígena.

El EZLN ha mantenido desde un primer momento (si bien en grado ascendente) las demandas y reivindicaciones indígenas. Pero sobre todo, ha dispuesto una gran forma de reflexionar no sólo sobre la situación que priva entre los pueblos originarios, sino también a nivel nacional e internacional. Reflexionan sobre la política electoral, sobre la multiculturalidad, sobre la diversidad sexual, es decir, sobre las otredades que pueblan el mundo. Han sido catalogados como los iniciadores de la globalifobia, que tuvo su estallido internacional con ellos, y se manifestó de forma más clara en Seattle, EEUU, en 1999. Pero sobre todo, por el tema que ahora me ocupa, resalto su fórmula política que han puesto en práctica en el territorio autónomo de facto chiapaneco. Las Juntas de Buen Gobierno (JBG) enuncian un postulado que trataremos de construir filosóficamente: “aquí el pueblo manda y el gobierno obedece”. 

Es un modo otro que ellos elevan como proyecto alternativo en sus luchas anticapitalistas y contra el neoliberalismo. Las comunidades indígenas y sus propuestas y pensamientos no son producto de generación espontánea, tienen una tradición de lucha ancestral, como lo demuestra Héctor Díaz-Polanco en sus estudios histórico-antropológicos acerca de las autonomías indias en México y Mesoamérica. Ellos, desde siempre, han luchado por recuperar esa paz que les da el saberse gobernados por ellos mismos. Mandando obedeciendo.

Así, proponen algo que tal vez no sea del todo novedoso (quizás alguien ya lo haya propuesto antes que los zapatistas chiapanecos), pero que ahora se está llevando a la praxis. El Subcomandante Insurgente Marcos, en su vida civil, es decir, antes del alzamiento armado, estudió la licenciatura en Filosofía en la UNAM, y es por eso que nos atrevemos a afirmar que es un filósofo de la praxis, no sólo por sus estudios profesionales, sino también y sobre todo, por la gran capacidad reflexiva que ha mostrado y las capacidades del zapatismo (con su clara influencia) para ascender esos planteamientos a la realidad. Marx decía: “Los filósofos se han limitado a interpretar el mundo de distintos modos; de lo que se trata es de transformarlo.” Y Marcos y el zapatismo lo están realizando, no obstante hoy estén fuera de los reflectores y se los considere pasados de moda. El zapatismo no es una moda, es algo más que eso: es una alternativa al desastre neoliberal.

 

III. METODOLOGÍA

Metodológicamente, nos apoyaremos en las categorías filosóficas del doctor Enrique Dussel y la Filosofía de la Liberación en la vertiente política que él propone y construye, puesto que, aparte de la importancia filosófica que le doy, es de las pocas corrientes que han tomado en cuenta (en serio) los planteamientos zapatistas para darles estatura filosófica a sus prácticas políticas y sus expresiones lingüísticas y discursivas. 

Asimismo, decimos desde ya, que para este análisis filosófico, nos basaremos en estudios filosóficos, historiográficos, antropológicos, etc., es decir, trataremos de hacer un análisis lo más interdisciplinario que sea posible, sin que ello sea signo de demérito en su estatus filosófico; al contrario, con los estudios de otras ciencias y disciplinas, se podrá ampliar y optimizar el estudio filosófico central que ahora planteamos.

En primer lugar, haremos una somera crítica a las concepciones liberales del fenómeno del poder, las definiciones que se dan en la teoría política tradicional sobre el quehacer político y el ejercicio del poder (M. Weber primordialmente). A continuación, presentaremos algunos conceptos desde los cuales se pretende abordar y llenar a la eventual categoría del “mandar obedeciendo” zapatista. Del mismo modo, querríamos realizar un pequeño análisis lingüístico del mandar obedeciendo en las prácticas lingüísticas y antropológicas de Chiapas. Después, se hará una descripción de la dicotomía que nos propone Luis Villoro sobre la democracia en sus dos vertientes: republicana y comunitaria; asimismo, se delineará una categoría filosófica que abstraiga el principio de “aquí el pueblo manda y el gobierno obedece”. Y, para concluir, presentaremos algunos comentarios finales sobre los resultados obtenidos en este modesto ensayo.

 

IV. LA DEFINICIÓN DE “PODER” EN LA FILOSOFÍA POLÍTICA MODERNA

Los zapatistas han mostrado una negatividad primordialmente: los indígenas son excluidos del acceso a una vida digna (esto es, no pueden satisfacer necesidades básicas como lo son la salud, el empleo, la comida, la educación, el derecho que tienen a vivir conforme a sus usos y costumbres). Pero, junto a los indígenas, han mostrado las exterioridades, las exclusiones que sufren las mujeres (recordemos que el EZLN promulgó una Ley Revolucionaria de Mujeres en vísperas del alzamiento), los homosexuales, las lesbianas (o lo que ellos llaman los otros amores), los obreros, los campesinos, los migrantes, de la totalidad hegemónica vigente. Para pensar estos temas, más que una filosofía de la libertad, se requiere de una filosofía de la liberación, ya que ésta indica una práctica, una acción a realizar, no un hecho consumado y sobre el cual habría que reflexionar ya superados los estadios de exclusión antes mencionados.

La filosofía política actual concibe, reduce, a la actividad política (y al poder, que finalmente es uno de sus objetivos) como la búsqueda de la dominación, como actos que se ejercen para imponer el dominio persuasivo o incluso coactivo a los otros. La Filosofía de la Liberación intenta demostrar que el poder, lo político, no se reduce a la dominación (aunque, es cierto, también pasa por aspectos de dominación), y que lo político va más allá. Max Weber dice:

Por dominación debe entenderse la probabilidad de encontrar obediencia a un mandato de determinado contenido entre personas dadas; por disciplina debe entenderse la probabilidad de encontrar obediencia para un mandato por parte de un conjunto de personas que, en virtud de actitudes arraigadas, sea pronta, simple y automática.

Weber requiere para la actividad política eficaz una comunidad política obediente, sometida pero en cuanto a los mandatos que pueda(n) emitir el (o los) que se arroga(n) el poder (es decir, pretende una actuación en bloque de los dominados para ser dominados). Esto es, este sociólogo alemán propone un pueblo en abstracto que únicamente se dedicará a someterse a lo que el poder decrete.

[…] el poder es voluntad consensual de la comunidad o el pueblo, que exige obediencia a la autoridad (en primer lugar). Weber ha invertido la cuestión. Es la institución la sede del poder como dominación que exige la obediencia de la sociedad.

Lo dice en otros términos en un texto diferente cuando enuncia:

Es además interesante que Weber incluye a su descripción de poder como dominación el hecho de “encontrar obediencia a un mandato de determinado contenido entre personas”. El “mandato” encuentra “obedientes”, es decir, “manda mandando”.

Otros autores coinciden con esta visión de Enrique Dussel, con su argumentación de por qué la teoría política “tradicional”, concibe de un modo invertido a la política y su ejercicio del poder:

Y mientras la política tradicional se basa en el principio de que unos, los pocos, y siempre de arriba mandan, y los otros, la inmensa mayoría de los de abajo, tienen que obedecer y acatar, la Otra Campaña se estructura en torno al profundo e inteligente oxymorón de que el que manda tiene que “mandar obedeciendo”. Porque a la inversa de esa política tradicional hoy en crisis en todo México y en todo el mundo, quien debe de mandar, según este oxymorón, es esa vasta base de la pirámide social, y los políticos de todo tipo tienen que obedecer ese mandato de la mayoría, es decir, tienen que gobernar y ejercer el mando político, pero obedeciendo a los intereses, la voluntad, las demandas y las disposiciones del pueblo.

Igualmente, un marxista eminente, como el hispano-mexicano Adolfo Sánchez Vázquez, toma en cuenta este fenómeno, cuando enuncia que la obediencia es un “acto consciente de un sujeto individual, independientemente de que la conciencia que se tenga de él sea mínima o máxima, recta o desviada, verdadera o falsa.” Me parece un tanto cuanto dudosa esa tesis, ya que la conciencia de los que deben obedecer “conscientemente”, puede estar enajenada por los que, “casualmente”, emiten tales mandatos. Entonces, no podemos dejar en un segundo plano la rectitud o desviación de la obediencia, como propone el maestro Sánchez Vázquez, ya que la obediencia no puede estudiarse sin tomar en cuenta los medios que se utilizan para hacerse obedecer.

Desde el principio mismo del planteamiento de la teoría política, se ha aceptado una premisa perniciosa de origen: “los que mandan, mandan mandando”. Los indígenas zapatistas de Chiapas dicen: “aquí el pueblo manda y el gobierno obedece”. Más que un slogan o enunciado resultado de una ocurrencia accidental, es una forma teórica y práctica de concebir a la actividad política. El mandar obedeciendo.

Ahora bien, diferentes teóricos de la política han caído en otras “falacias reductivas” (para seguir usando la terminología dusseliana), refiriéndose a la teoría política o a otros aspectos de la actividad política; esto es, lo político contiene en su subsistencia ontológica, diferentes momentos, y los filósofos políticos, toman en cuenta no la totalidad de lo político, sino a uno solo de sus momentos para caracterizar al todo, como pueden ser los siguientes que indicaremos de manera sumarísima. 

El utilitarismo de J. S. Mill y J. Bentham, reduce todo al placer y el dolor, remitiéndolos al bien y al mal; que pueden estar presentes en lo político como necesariedad, pero nunca con carácter de suficiencia. N. Maquiavelo redujo lo político a acción estratégica solamente; Weber, también, como “razón instrumental”; C. Schmitt a la competencia amigo-enemigo, etcétera.

Lo que intenta la Filosofía de la Liberación, no creo sea sólo aglutinar esos momentos que sirven para “sustentar” las “falacias reductivas”, y a partir de ahí construir una conceptualización ecléctica, sino hacer una analítica existenciaria (del tipo heideggeriano) para entender lo que lo político es, pero criticando, de-struyendo y de-construyendo lo que las filosofías políticas europea y norteamericana han difundido.

V. LA POTENTIA, LA POTESTAS Y EL PODER FETICHIZADO

El poder político lo podemos entender en dos momentos (apartándonos, como ya indicamos párrafos anteriores, de la concepción de M. Weber, quien ve a este fenómeno como la sola dominación): la potentia y la potestas.

i) Potentia

Al primer momento le llamaremos potentia, que es el “poder que tiene la comunidad como una facultad o capacidad que le es inherente a un pueblo en tanto última instancia de la soberanía, de la autoridad, de la gobernabilidad, de lo político”. Aquí el poder está sólo en el nivel de lo racional, como entelequia, no manifestado en el mundo real; esto es una cuestión ontológica importante para la comprensión de esta categoría, puesto que aquí podemos situar, analógicamente, a la potestas como el “ser” en un sentido hegeliano, puesto que, dice este filósofo idealista alemán, el “ser” es lo absolutamente indeterminado, esto es, no tiene ningún contenido aún de Dasein, es la “nada”. Aunque es, no puede mostrarse realmente.

De la misma manera, debe entenderse que la potentia (el poder originario, in-escindido, in-determinado, referencia última en la construcción de todas las categorías, bajo pena de caer en fetichismo) de la comunidad política (origen y lugar de la regeneración de la potestas) es como el “ser”, el fundamento abismal de la política (de lo político, del campo político como político). Todo lo que se llame “político” tendrá que fundarse en última instancia en esta potentia. Pero, en cuanto tal,  y si no fuera determinada de ninguna manera (es decir, heterogéneamente institucionalizada) permanecería “vacía”, como una “nada” política: pura potentia sin realización alguna, sin performatividad.

Aquí, según Dussel, no se ha materializado (aunque no usa ese término), no ha ascendido a lo concreto el poder originario que posee la comunidad política (o el pueblo). Dicha comunidad política, en este estadio ontológico del poder, estaría practicando o llevando a cabo una democracia directa, en donde las decisiones se tomarían por unanimidad, empíricamente imposible (aunque tal vez no sería tan “imposible” como el autor lo sostiene la democracia directa; podríamos ver los casos de las comunidades zapatistas o comunidades indígenas de Oaxaca, pero no es un tema para desarrollar en este ensayo), y por tanto, tiene que dar ese paso, esto es, tiene que realizar, objetivar ese poder que tiene pero sólo como potencia (para usar la categoría aristotélica) y llevarlo al acto.

ii) Potestas

Al comenzar a ascender y observar esa unidad ontológica del poder (la potentia), y señalar su imposibilidad empírica, se da lo que el autor de Filosofía de la Liberación denomina la “escisión ontológica”, esto es, al mostrar este poder originario unidad ontológica (un nivel sólo ideal, como categoría únicamente de carácter abstracto), comienza su desarticulación al ascender al grado de lo concreto:

La potentia, el poder político de la comunidad, se constituye como voluntad consensual instituyente: se da instituciones para que mediata, heterogénea, diferenciadamente pueda ejercerse el poder (la potestas de los que mandan) que desde abajo (la potentia) es el fundamento de tal ejercicio […].

Para que se materialice ese poder originario, tenemos que pasar al segundo momento, al cual Dussel denomina potestas, que es cuando se transita del momento fundacional (potentia) “a su constitución como poder organizado (potestas), comienza cuando la comunidad política [la cual posee originariamente el poder] se afirma a sí misma como poder instituyente […]. Decide darse una organización heterogénea de sus funciones para alcanzar fines diferenciados.” 

Ya el poder que posee la comunidad de forma general y en abstracto, comienza a hacerse concreto, empieza a escalar. Comienza a darse instituciones, para poder cumplir funciones que satisfagan las necesidades colectivas de forma diferenciada: hay niveles, magnitudes, extensiones, etc., en donde esas instituciones actuarán, y aquí:

La in-determinación vacía (potentia) ha pasado a una determinación plena (potestas). En ese “pasaje” dialéctico estribarán todas las posibilidades de aciertos y actos de justicia política […], El poder institucional y delegado hace su aparición fenoménica: el poder óntico (a diferencia del poder ontológico: la potentia).

Lo ontológico y lo óntico, son una división en el estudio de la analítica existenciaria de Martin Heidegger. Lo ontológico es la preeminencia en la pregunta por el “ser”, la pregunta por el on-. Es la “disciplina filosófica que trata sobre el ser […]. En la pregunta ontológica, lo que se pregunta, del ‘ser’ es qué es ‘ser’, esto es, cuál es el sentido de este término.” Es la pregunta general sobre el ser. En este caso, el ser del poder, de la política, etcétera. Ahora, “[l]o propio de los entes y los conceptos y términos relativos a él son ‘ónticos’ […]. El ser mismo, concebido en cuanto ser de un ente, es óntico”. Es decir, lo óntico podrían ser los “existenciarios” que Heidegger maneja. “Esto es lo que Heidegger llama el análisis del ‘Ser-en como tal’ (In-Sein als colches) que apunta a la definición de los existenciarios.” Que alimentan al ente para poder realizar la analítica existenciaria, ya en un examen del fenómeno del poder, analizando al ente en su ser.

Pero para poder concretizar, para poder llevar a la potentia a la potestas, se necesita institucionalizar las funciones, y para esto, se requiere de una delegación del poder, y  esto tiene que ver con la representación.

Cada miembro de la comunidad política, entonces, no entrega nunca al gobernante el poder. Solamente le delega su poder, debiendo siempre, continuamente, fiscalizarlo, juzgarlo y hasta recuperarlo cuando es necesario por la renovación del mandato o en caso extremo por la rebelión justa.

El poder, entonces, ya existe de por sí en la comunidad política: no se puede obtener, tomar, entregar, enajenar, etc. El poder, la comunidad, se la delega, se la encarga a sus representantes, a los que, a nombre de la comunidad política (el pueblo), cumplirá con el mandato para el que se le comisionó. El representante:

[E]s un actor político, un ciudadano indeterminado que ha sido elegido […] para cumplir una función política […], transformándose de mero sujeto en un actor político electo o nombrado con responsabilidad con respecto al elector […]. El actor de esa función ejerce la indicada cuota de poder diferenciado y delegado, pero no en tanto sujeto último del ejercicio del poder, sino en nombre de la totalidad de la comunidad política en esa función determinada, delegada.

Es decir, arribamos a la conclusión de que el poder lo tiene la comunidad (potentia, lo que es en potencia), pero de nada le sirve si no lo institucionaliza (potestas, es decir, cuando pasa de potencia a acto), si no lo convierte en una entidad efectiva, real, que incida en el desarrollo de la vida humana en comunidad, si no crea las instituciones para ejercer ese poder a través de los representantes políticos, que son depositarios del poder delegado. Una cosa es que exista ese poder (potentia) y otra que se ejerza (potestas).

iii) El poder fetichizado

Avanzando en el camino anunciado para analizar la eventual categoría filosófica que nos ocupa en este trabajo, ahora nos toca despejar su campo positivo para ver su forma negativa: el poder fetichizado. Esta categoría se constituye como la corrupción del poder obediencial. 

La palabra fetiche, se deriva de “la forma portuguesa feitiço, mal pronunciada por los negros, se tomó el fr. fétiche, 1605, de donde fetiche, 1765-83; fetichismo, fetichista”. Esto es, adorar lo hecho por el hombre.

Esta forma de ejercicio del poder delegado corrompido, tiene que ver con el “envilecimiento subjetivo” del depositario de dicho poder delgado. Cuando accede a tomar decisiones a nombre de la comunidad política que lo eligió para ocupar ese ejercicio del poder alícuota, pierde de vista, distrae su mandato original, y

[E]l actor político […] cree poder afirmar a su propia subjetividad o a la institución en la que cumple alguna función (de allí que pueda denominarse “funcionario) […] como la sede o la fuente del poder político.

El ciudadano indeterminado que se transformó en actor político por haber sido elegido por la comunidad política para ejercer el poder delegado, como representante, toma decisiones pero a partir de su propia subjetividad, esto es, cuando para tomar esas decisiones, sólo se toma en cuenta a sí mismo como sede del poder (cree él ser en donde termina y de donde surge el poder), es decir, que siempre las decisiones que tome a nombre de la comunidad, la tomará a partir de lo que a sus intereses se ajusta.

El representante singular actúa a partir del “placer, el deseo, la pulsión sádica del ejercicio omnipotente del poder fetichizado sobre ciudadanos disciplinados y obedientes”, esto en la línea de Weber.

Este estadio corrompido del poder, abarca varios momentos, que son los siguientes: a) La primera forma de fetichización del poder consiste en una Voluntad-de-Poder que someterá a los demás, que verá a los otros siempre como “antagonistas”; b) como debilitamiento del poder político originario, es decir, es el menoscabo de la potentia por parte de la potestas; c) espera recompensas: por su ejercicio del poder, espera el enriquecimiento personal; d) las burocracias políticas exigen pleitesía a su autoridad; e) en el interior de las burocracias políticas, una lucha inmoral por “cuotas de poder”; f) la corrupción en los grupos populares, como es el corporativismo en búsqueda de intereses privados, y g) los pueblos enteros pueden corromperse cuando guardan silencio ante las injusticias que su gobierno comete contra otros pueblos o incluso contra su mismo pueblo.

No considero necesario que se den todos y cada uno, exhaustivamente, de los aspectos mencionados para suponer fetichizado al poder (o a un pueblo), como Wittgenstein enuncia en sus juegos del lenguaje, no es forzoso que se den los casos previstos para tomar como lenguaje a lo que esté falto de un elemento.

VI. ¿QUIÉN MANDA, QUIÉN OBEDECE EN LAS COMUNIDADES INDÍGENAS CHIAPANECAS? UN BREVÍSIMO ESTUDIO LINGÜÍSTICO-POLÍTICO

Para tratar sobre estos temas, tenemos que entender, por lo menos superficialmente, la estructura lingüística de cualquier pueblo, en este caso los indígenas chiapanecos. Tratemos de entender algunos temas de teoría lingüística.

La competencia lingüística, grosso modo, nos indica la capacidad innata que tiene el ser humano para poder hablar. Esto es, siguiendo a Noam Chomsky, se nos muestra que los seres humanos, de niños, no asimilamos el habla a base de un sistema de aprendizaje y repetición, sino que de nacimiento estamos capacitados, o somos competentes para ello; esto lo podemos hacer —siempre según Chomsky— porque los seres humanos tenemos un “órgano interno del habla” (no es un órgano específico, particular, sino es un conjunto de órganos humanos —como pueden ser, tal vez, la reunión de la lengua, la memoria, el oído, la mente— que nos permiten no aprender, sino desarrollar nuestra competencia lingüística).

Su gramática generativa es la teoría que demuestra que es posible la construcción de una infinita cantidad de relaciones sintácticas (oraciones) a partir de una cantidad finita, incluso un tanto reducida, de palabras. A esto Chomsky le llamó el problema de Descartes.

Los hablantes de una lengua, a partir del desarrollo de su competencia lingüística, entienden e interpretan su estar-en-el-mundo, desde las palabras-clave que su lengua les proporciona. Por ejemplo, en el idioma zapoteco de Tehuantepec (diidxazá), una palabra-clave es la palabra guenda, que corresponde a ser en castellano (diidxastiá).

La equivalencia más exacta en nuestro romance para este vocablo, en su primera acepción, es SER, que debe entenderse como sustantivo solamente, nunca como verbo, pues en zapoteco no hay verbo sustantivo. Éste “se suple con el pasivo que significa ser hecho, o por elipsis, esto es, callando la cópula de las proposiciones; v. gr. ‘yo bueno’ en lugar de ‘yo soy bueno’. El zapoteco aún tiene más medios para suplir el verbo sustantivo” (Fco. Pimentel, ‘Tratado de Filología Mexicana’, 1875). Ahora bien, esta palabra guenda no tiene derivados como lo tiene la palabra ser, su equivalente en este caso.

Expliquemos: en castellano sobre la base de la palabra ser se forma el plural: seres, para indicar las cosas que participan del ser. En zapoteco para expresar esto no se hace con una palabra derivada del vocablo guenda; sino echando mano de ciertas expresiones o modismos. En efecto. La frase castellana: ‘los seres’ tiene su equivalente en zapoteco en las siguientes expresiones muy inusitadas: ca lu, ca cuée, ca xpaa donde: lu, cuée, xpaa valen tanto como especie, parte o forma, y ca es la partícula que se antepone para hacer el plural. Por tanto la traducción literal de dichas frases zapotecas será: las especies, partes o formas (se sobreentiende del ser). En esta frase: ca lu guenda la referencia al ser está expresada y, traducida, dice: las especies del ser, las partes del ser o bien las formas del ser, y que viene a equivaler en romance a las frases corrientes: los seres, las cosas. La expresión: una cosa se dice en zapoteco: tobi lu, tobi cuée o tobi xpaa que literalmente significa: una especie, una parte o una forma del ser. La referencia al ser no se dice, sino se sobrentiende, aunque se podría decir expresamente y suena muy bien: tobi lu guenda, tobi cuée guenda o tobi xpaa guenda. Análogamente se procede con otras frases; a saber: muchas cosas (xtale lu o bien xtale lu guenda), todas las cosas (guiraa lu, guira lu guenda o bien guizaa lu). Esta última expresión zapoteca guizaa lu es una expresión muy técnica dentro de la terminología filosófica de los zapotecas. Literalmente se traduce: especies, formas o partes completas o mejor justas especies, formas o partes y que corresponde hemos dicho a las frases corrientes castellanas: todos los seres, todas las cosas, el universo.

[…]

Guenda es madre de todas las cosas: gola gozaana guizaa lu. Esta expresión: gola gozaana guizaa lu literalmente significa: gran parturienta de justas caras o también: gran parturienta de completas caras. Esta vez tradujimos la palabra lu por caras porque también significa eso y porque ‘las especies, partes o formas’ son como caras o aspectos del ser (guenda). 

Esta palabra, que en un estudio de filosofía del lenguaje hecho en los años 50 por el filósofo zapoteco del Istmo de Tehuantepec, López y López, nos viene a significar el espíritu del diidxazá, (o zapoteco de Tehuantepec) lo que le da vida a los sustantivos en esta lengua: guendanabani (la vida), guendaguti (la muerte), biniguenda (que se traduce como: gente con arte, gente con vida, gente con ser), nos indica que su papel como prefijo o sufijo, da su ser a las palabras, les brinda una sustancia lingüística y ontológica.

Así, en la lengua maya (principalmente tomaremos en cuenta la variante tojolabal, la palabra de los ‘hombres verdaderos’) existen dichas palabras-clave a partir de las cuales estructuran su hablar y su cosmovisión, que, de todas formas, está contenida en su lenguaje. Los maya-tojolabales, constituyen su lengua a partir del –tik, que se traduce al español como ‘nosotros’. Esta es la palabra que, como el guenda en el zapoteco de Tehuantepec, da vida y estructura al tojolabal. Es una lengua, como la define Lenkersdorf, de carácter nosótrico.

Cada uno habla en nombre del NOSOTROS sin perder su individualidad, pero, a la par, cada uno se ha transformado en una voz nosótrica. Es decir, el NOSOTROS habla por la boca de cada uno de sus miembros.

Cuando se pone un poco de atención a las palabras de los zapatistas, se notará esta transformación. Los blancos que llegaron de la ciudad aprendieron a ser un nosotros. El EZLN aprendió ha hablar en lengua nosótrica:

Vuelve a ser de nosotros la palabra. Ya no serás tú, ahora eres nosotros.

Toma ya nuestra voz, nuestra mirada anda. Hazte oído nuestro para escuchar del otro la palabra. Ya no serás tú, ahora eres nosotros.

El nosotros ha tomado el lugar del yo. La comunidad habla por la voz de cada uno de sus miembros. Todos son uno y uno es el todos nosotros. Y si en su cosmovisión el nosotros es importante, en su cotidianidad y en su política son también de relevancia notable. Si un miembro de la comunidad comete delito, no sólo daña su individualidad, sino daña a la comunidad; la comunidad ha sufrido un menoscabo, y se le intentará castigarlo-readaptarlo de forma no-penalizada. Esto es, dejan de lado la “justicia” que el Estado imparte, y lo traen de nuevo a la comunidad para ponerlo a trabajar para reparar el daño, y exhibiéndolo a la censura del nosotros.

Pero, a nivel político, ¿quién manda?

Aquí se toma muy en cuenta la estructura de gobierno de las comunidades indígenas: las asambleas. En ellas, se toman decisiones que los que “mandan” sólo deben ejecutar. La comunidad política ha realizado una práctica consensual que únicamente el delegado del poder tendrá que llevar a cabo. Dicen los tojolabales: “nuestras autoridades son las personas que tienen su trabajo de responsabilidad por nosotros, porque nosotros los elegimos”. “A nuestras autoridades les dan órdenes” Y quien da las órdenes, es el nosotros. Los comuneros, los asambleístas, los pobladores, son los que controlan y ordenan a las autoridades, a los sujetos en los que recae el poder delegado. Son gobernantes-trabajadores, que no están ni arriba ni debajo de los demás, sino al mismo nivel, a lado de la comunidad política, del pueblo.

Las asambleas, muchas veces, parecen caóticas, anárquicas a los ojos de los occidentales, pues nadie da la palabra, todos hablan al mismo tiempo. Es un nosotros simultáneo. Poco a poco el nosotros comienza a encausarse y sobrevive la palabra nosótrica del que tiene una mejor solución al problema planteado. Y al final, todos toman consenso y lo que al principio parecía un caos, poco a poco se fue clarificando y de ahí surgió la palabra nosótrica de voz de uno.

¿Y quién obedece?

Y los que mandan, mandan obedeciendo esa palabra del nosotros.

Lógicamente deducimos que los que obedecen son los que han sido elegidos como delegados del poder. Los tojolabales tienen una palabra compuesta para su comunicación hablada. Los occidentales dicen: yo hablo. Ellos en la misma palabra dicen: yo-hablé-tú-escuchaste. No conciben el hablar sin el escuchar. Hablar al vacío para ellos no es hablar. Ellos le hablan al otro, que sabrá escuchar y luego hablar para ser escuchado. De aquí podemos partir para entender la obediencia.

Obediencia, viene del latín, ob, lo que tengo delante, audire, escuchar; el obediente, es el que escucha al Otro. Y ante la gran filosofía de la dominación de Hobbes, Locke, Hume, Hegel y hasta Habermas, y Weber ni hablar, que nos dicen que el poder político es dominación (y hasta por ahí Lenin lo dice en El Estado y la revolución es dominación), Evo Morales, el maestro Carlos, nos dicen: la democracia es obediencia al único que tiene el poder, que es la comunidad política, que es el pueblo. Ni el Estado es soberano ni la ley es soberana, ni las autoridades son autoridades; el único que tiene el poder, autoridad y es soberano, es el pueblo, y las demás son instituciones que se crean para el servicio del pueblo, y por lo tanto tienen que ser un poder obediencial. El presidente debe saber escuchar al pueblo que sufre y no en cambio llamar catastrofistas a los que están mostrando la realidad. Porque entonces se mueve en un mundo fetichizado, donde no obedecen para nada a la gente, porque no sabe escuchar, está en su mundo. Eso es la contradicción misma de lo que nos está diciendo Carlos.

Los gobernantes deben saber escuchar al Otro que es el nosotros. Escuchar a la comunidad política y sus decisiones, y a ellos sólo les corresponderá ejecutar esas decisiones.

VII. DEMOCRACIA REPUBLICANA. DEMOCRACIA COMUNITARIA

Un capítulo se relaciona muy bien con el tema materia de ente ensayo en el estupendo libro de Luis Villoro, Los retos de la sociedad por venir, un aspecto que tiene mucho que ver con las luchas del EZLN y su mandar obedeciendo: La democracia, es por ello que me abocaré a su estudio un tanto cuanto cuidadoso sobre dicho capítulo..

En el apartado V del citado libro, aborda una dicotomía en el estudio de la democracia. La democracia republicana y la democracia comunitaria.

La democracia republicana, la que se practica a partir de la tradición capitalista-liberal, es la que comenzó a campear por los países que la veían como el salvavidas al sufrimiento infligido por los regímenes totalitarios, esos “gorilas uniformados”, como les llama Villoro. La democracia republicana se presentaba como la panacea a la larga noche, a esa distracción histórica llamada “socialismo”, que debía ser superada. La última forma de gobierno humano, la democracia, de la mano del capitalismo, se erigían como los vencedores de ese choque de trenes que significó la Guerra Fría. Ese sistema salía victorioso, y el mundo proclamaba, junto al ya mencionado Fukuyama, el fin de la historia. Ya no había más por qué luchar; el mercado y su hermano siamés (la democracia republicana o representativa) todo lo resolverían. La mano invisible del mercado equilibraría y resolvería en las bolsas de valores las contradicciones sociales. El mercado equilibraría cualquier instabilidad en cualquier campo de la vida humana.

Pero no fue como se esperaba, obviamente. La corrupción echó sus reales en todos los países capitalistas, que simulaban practicar un capitalismo honesto. Las desigualdades eran evidentes, incluso, se profundizaron aún más en el reinado de los regímenes “democráticos” que daba todo a pocos y nada a todos. La democracia comenzó a perder su magia sedante. Y es cuando explotan esas volátiles desigualdades sociales. En América Latina de la forma en que podía: a través de las guerrillas. El “foco guerrillero” que instauró el Che Guevara en su Guerra de guerrillas, fue la forma en que los excluidos protestaban y pedían a gritos de fuego ser incluidos en el reparto de las utilidades nacionales.

Con el tiempo, fueron apareciendo movimientos sociales con otro cariz. No tan rígidos, no tan verticales. Los movimientos indígenas que luchan en Ecuador, Bolivia y, por supuesto, en México con la aparición del Ejército Zapatista de Liberación Nacional.

Los neo-zapatistas, como se los ha denominado, representan una forma de lucha por la democracia indígena. Cuando los españoles llegaron a invadir América, no pudieron y no supieron ver las formas de vida democráticas que existían en nuestro continente (y por lo demás no creo que tuvieran la capacidad para hacerlo, no teniendo ellos una tradición democrática, más bien monárquica; aunque no pretendo con eso justificarlos, puesto que de eso se trata la otredad, de ver al otro en su justa dimensión, y los invasores españoles llegaron, vieron, juzgaron y actuaron de acuerdo a sus juicios a partir de su yo y de sus concepciones del mundo, del gobierno, de la sociedad).

Los zapatistas, como representantes de un genuino movimiento de reivindicación de los derechos y la cultura indígenas, han retomado esas tradiciones y las han alzado con la voz que se escuchó con fuego. Los zapatistas han visto en las asambleas comunitarias, en la comunalidad indígena, la forma de retrotraer esas formas de vida originaria que las comunidades indígenas aún conservan. Las decisiones de gobierno se toman así, en asamblea; la asamblea de varones mayores de edad (aunque esto de mayores es bastante relativo, puesto que la “mayoría” de edad se alcanza al casarse, puesto que se vuelven responsables y maduros). La crítica que requiere el pensamiento de una comunidad, según refiere Carlos Lenkersdorf, para poder alcanzar un grado de reflexión filosófica, lo represento con lo que el EZLN ha llevado a cabo modificando la estructura de estas asambleas, al introducir la participación en condiciones igualitarias de las mujeres.

El mandar obedeciendo, escuchar la voz de la comunidad, es una categoría, si no propia y exclusiva, es una reivindicación de la democracia más directa, que considera principalmente a las mayorías en las tomas de decisiones, por muy nimias e insignificantes que parezcan. No es pequeño el aporte que han realizado los zapatistas. En estos 16 años de vida pública, han ayudado a la reflexión filosófica, política y cultural. 

 

VIII. EL PODER OBEDIENCIAL

Después de las consideraciones anteriores (la de-construcción del concepto de poder, su origen, su manifestación; su lado negativo; el estudio del mando y la obediencia en las prácticas políticas en las comunidades indígenas chiapanecas) podemos arribar a la propuesta de la categoría del poder obediencial.

Si lo negativo fue el “poder fetichizado”, su lado positivo es el “poder obediencial”. Es decir, es la actuación del representante de la comunidad política (elegido con un procedimiento previamente establecido), que ejercerá ese poder originario (potentia) ya institucionalizado en su actuar político (potestas), pero no afirmando su propia subjetividad a la hora de tomar las decisiones, ni creyéndose sede y fuente del poder político. Al contrario, es la ejecución de lo que la comunidad política (el pueblo) le ordena. Y, si lo queremos ver contrario sensu, podríamos decir que cuando los que ejercen el poder delegado interpelan a realizar una acción a la comunidad política, se podría decir que el pueblo se está obedeciendo a sí mismo, y no al delegado del poder.

Siempre, el delegado del poder, debe tomar en cuenta las necesidades, exigencias, reivindicaciones y necesidades de la comunidad.

El poder obediencial sería así el ejercicio delegado del poder de toda autoridad que cumple con la pretensión política de justicia; de otra manera, del político recto que puede aspirar al ejercicio del poder por tener la posición subjetiva necesaria para luchar en favor de la felicidad empíricamente posible de una comunidad política, de un pueblo.

Su finalidad es aumentar y reproducir en plenas condiciones para la mayoría la vida digna de la comunidad política, del pueblo. La voluntad originaria no es la voluntad de poder, sino la voluntad de vida colectiva.

Tomando el ejemplo del zapatismo, Evo Morales, primer presidente indígena de un país abrumadoramente indígena, la República Pluriétnica de Bolivia, practica o intenta practicar el poder obediencial:

El “poder obediencial” asume intuitivamente una concepción positiva del poder; como lo que señala Evo Morales: “servir al pueblo, no servirse del pueblo”. Servir significa entender sus necesidades, “como la Pachamama nos atiende, así debemos atender a nuestros hermano” […]; si hay una madre, entonces le debemos obediencia, obediencia extendida a toda la comunidad […]. Frente a ese poder [despótico, fetichizado] aparece el “poder obediencial”, como modo más racional de desarrollar una política con honesta pretensión de justicia.

El poder obediencial es un poder que hace clara la combinación potentia-potestas (para decirlo en términos chatos: está en su punto de cocción, ni completamente cocido ni completamente crudo), puesto que el pueblo, la sede originaria del poder, no ha delegado en forma total ese poder que debe usufructuar a su favor,  pero tampoco lo tiene en el puro plano abstracto, sin institucionalizar: sí, lo institucionaliza, lo concreta, lo ejerce, pero es aquí que se ve más nítidamente aún su fuerza para mandatar a los que ha elegido para satisfacer sus necesidades, puesto que tampoco da oportunidad para que ese poder se fetichice, ya que ejerce un control férreo, una fiscalización efectiva que hace que el que ejerce delegadamente ese poder, esté en una caja de cristal elevada, que exhibe su actuar diario ante su comunidad. 

Las JBG zapatistas, que son la forma de gobierno colegiado que se han echado a andar en el territorio autónomo rebelde chiapaneco, son juntas de tres o cinco personas (depende de la zona), que asumen funciones de representación y de enlace de dichas comunidades. Duran en su encargo 10 o 15 días (también depende de los usos de cada zona) y son renovadas sin excepción. Esto, según la dirigencia zapatista, se da para evitar la “profesionalización” de los políticos: que sería una forma elegante de decir que evitan la creación de una clase política fetichizada, corrompida. Las comunidades indígenas vigilan muy de cerca de sus autoridades: si se enriquecen, son removidos y castigados. Han puesto en marcha lo que las necesidades de las comunidades les han dictado: hospitales comunitarios, escuelas que no responden a los programas de estudios de la SEP, sino que construyen programas educativos acorde a sus necesidades. Muchas veces se considera a los indígenas sujetos a civilizar, a educar, a partir de lo que los citadinos o blancos o “estudiados” piensan que necesitan los indígenas, nos ofrecen su progreso, cuando el progreso que nos ofrecen es el que nos aleja cada vez más del “paraíso”. Ahora, ellos mismos toman en sus manos su futuro y deciden lo que son sus necesidades y sus formas de zanjarlas. Porque los que en las comunidades zapatistas mandan, mandan obedeciendo.

IX. COMENTARIOS FINALES

El “poder obediencial” es puesto en práctica por las comunidades zapatistas, pues observan sus carencias, sus necesidades y escuchan la voz de sus comunidades para poder remediar esa situación. Este proyecto zapatistas no es una mera utopía, algo irrealizable. Y no es irrealizable por la sencilla razón de que lo están realizando en sus comunidades. Hay quienes dicen que no es válido sólo porque no podría aplicarse a todo el país, a todo el mundo, esa práctica de gobierno rebelde. Los zapatistas no buscan imponer sus formas de gobierno a todo el país ni al mundo; su lucha, alcanzo a entender, es más de fondo: es para que todos podamos decidir qué tipo de gobierno necesitamos. Que a ellos les funcione (por su pequeñas cantidades de población que se reúnen en torno a las JBG), no quiere decir que le funcionará a la Ciudad de México o a Monterrey, pero que esa forma de gobierno que funciona en las comunidades zapatistas no funcione en las grandes urbes, tampoco de ahí podemos inferir que no sea válida o que sea utópica o ingenua esa propuesta zapatista. 

No es una utopía. Es más bien una alternativa que el EZLN nos está mostrando: el poder ya no podemos concebirlo como dominación, el poder lo tenemos que entender como servicio a la comunidad, a nuestra nación (llámese JBG o cabildo popular o como se llame). No podemos seguir pensando que a través de las concepciones occidentales vamos a encontrar la ruta para hallar un buen gobierno, menos a través de la democracia republicana que practica o simula practicar nuestro sistema actual. Ahora que el capital está desatado, ahora que está prescindiendo del Estado como mediador de sus decisiones, ahora que el Estado, para satisfacer al capital, es obediente hacia arriba e impositivo hacia abajo, es decir, ahora que estamos viendo la cara más represiva del Estado, es cuando hacen falta alternativas para rectificar el camino, o para construir uno nuevo si el actual ya no funciona. En este tenor, también los zapatistas proponen como alternativa la democracia republicana, un tipo de democracia ancestral, que la Conquista quiso aniquilar y no logró: la democracia comunitaria.

Tenemos que entender la idiosincrasia de cada pueblo, su cosmovisión, hasta su estructura lingüística para poder entender también la forma en que ellos mismos perfilan sus formas de gobierno y su forma de afrontar sus problemas comunitarios.

La lengua es muy importante. Juzgamos a partir de nuestra lengua, y no entendemos la lengua de los otros. Tenemos que hacer también un ejercicio de reflexividad lingüística, para entendernos y entender mejor a los otros: qué tipo de lenguas tienen, cómo entienden su mundo, cómo visualizan su mundo perfecto y sus males a partir de su palabra.

El lugar en el que se encuentran y conviven la teoría y la praxis, o en donde surge una filosofía de la praxis (como la llama el filósofo Adolfo Sánchez Vázquez en su obra del mismo nombre) es el lugar buscado con ahínco por filósofos y activistas y por los pensadores activistas, que muchas veces las dos condiciones están reunidas en la misma persona o en el mismo movimiento social.

En México este supuesto se da en lo desplegado por el EZLN. Una exposición teórica y a la vez práctica de su visión actual de la situación y de su visión de cómo piensan que debe haber un mundo en donde quepan muchos mundos, es decir, un mundo otro en donde quepan todos los otros. Los zapatistas han comenzado con la construcción teórica y práctica de su “otro mundo posible”, acciones: la construcción importantísima para el futuro de nuestro país de las JBG, con la cual ponen en práctica la autonomía; teórica: los comunicados en donde se contienen estudios de la situación actual. 

Un documento muy importante, aparte de la Sexta Declaración de la Selva Lacandona, es 7 piezas sueltas del rompecabezas mundial, en el cual se analiza y se documenta profundamente al sistema neoliberal: su forma de violencia dominante y dominadora; se comenta sobre el nuevo (des)orden mundial después de la Guerra Fría o la IV Guerra Mundial, como la llama el Subcomandante Marcos. Estamos, dice, en una guerra totalmente total, en donde el enemigo a vencer es la humanidad entera, en donde los nuevos campos de batalla son los centros financieros que devastan países en segundos con un teclazo de la computadora, en donde el dinero es más libre que las personas, estamos no en una aldea global, sino en una cárcel planetaria. Entonces, a partir de este diagnóstico, nos proponen alternativas, uno de ellos es “el poder obediencial”.

El “poder obediencial”, pues, lo he intentado construir filosóficamente con la ayuda de textos que ya han tomado en cuenta este tema. Creo que, si bien es imperfecto este trabajo, por lo menos me ha ayudado a entender un poco más de lo que el poder debe ser, que, a final de cuentas, es de lo que también se trata la Filosofía Política.

 

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 Cfr. Enrique Dussel, “La razón del otro. La ‘interpelación’ como acto-de-habla”, en Enrique Dussel (comp.), Debate en torno a la ética del discurso de Apel. Diálogo filosófico Norte-Sur desde América Latina, DF, México, UAM-Iztapalapa/Siglo XXI, 1994, p. 58 ss.

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 Adolfo Sánchez Vázquez, “El poder y la obediencia”, en Entre la realidad y la utopía. Ensayos sobre política, moral y socialismo, DF, México, UNAM/FCE, 2000, p. 17.

 Cfr. Enrique Dussel, Op. cit., pp. 24-27

 Ídem, p. 60.

 Ídem., p. 61.

 Dussel, 2006a, pp. 27-30.

 Dussel, 2009a, p. 61.

 José Gaos, Introducción a El ser y el tiempo de Martin Heidegger, DF, México, 1996, p. 19, 21.

 Ídem., p. 22.

 Gianni Vattimo, Introducción a Heidegger, Barcelona, España, Gedisa, 2002, p. 32.

 Dussel, 2009a, p. 202.

 Ídem., p. 204.

 Joan Corominas, Breve diccionario etimológico de la lengua castellana, Madrid, España, Gredos, 2005, p. 312. Voz: hacer.

 Dussel, 2006a, p. 40.

 Ídem., p. 13.

 Ídem., p. 43.

 Ídem., pp. 44-47.

 Esto en la línea de L. Wittgenstein en Los cuadernos azul y marrón.

 Para estos temas, he consultado principalmente los trabajos siguientes: Charles Bally, El lenguaje y la vida, trad. Amado Alonso, Buenos Aires, Argentina, Losada, 1957, 241 pp.; Noam Chomsky, Lingüística cartesiana. Un capítulo de la historia del pensamiento racionalista, versión española de Enrique Wulff, Madrid, España, Gredos (Estudios y ensayos: 135), 1991, 158 pp.; Noam Chomsky, Problemas actuales en teoría lingüística. Temas teóricos de gramática generativa, trad. Gladys Anfora de Ford, DF, México, Siglo XXI, 2009, 216 pp.; Carlos Lenkersdorf, Filosofar en clave tojolabal, DF, México, Miguel Ángel Porrúa, 2005, 273 pp.

 José Gaos, en su versión española de M. Heidegger, El ser y el tiempo, DF, México, 2007, traduce esto como ser-en-el-mundo; he decidido seguir, en su  lugar, la versión de M. Heidegger, Ser y tiempo, trad., pról. y notas de Jorge Eduardo Rivera C., Madrid, España, Trotta, 2009, que traduce la correspondiente expresión alemana como estar-en-el-mundo, que hace más inteligible esa categoría ontológica del filósofo germano.

 Gregorio López y López, “La filosofía de los zapotecas”, en Filosofía y Letras. Revista de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México, núms. 57-58-59, enero-diciembre, 1955. Consulté una edición digitalizada que no contiene la paginación original.

 Carlos Lenkersdorf, Filosofar en clave tojolabal, DF, México, Miguel Ángel Porrúa, 2005, p. 29.

 Discurso del Subcomandante Insurgente Marcos en el Congreso Nacional Indígena en Nurío, Michoacán en 2001.  HYPERLINK «http://palabra.ezln.org.mx/» http://palabra.ezln.org.mx/, 21 de marzo de 2010. Los subrayados son míos.

 Lenkersdorf, 2005, p. 80.

 Palabras de Enrique Dussel en la presentación del libro Aprender a escuchar: enseñanzas maya-tojolabales de Carlos Lenkersdorf, el cual fue publicado por la editorial Plaza y Valdés. Esta conferencia fue pronunciada el 25 de febrero de 2009 en el Aula Magna de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México. Grabación de audio.

 Luis Villoro, Los retos de la sociedad por venir. Ensayos sobre justicia, democracia y multiculturalismo, DF, México, FCE, 2007, pp. 117 ss.

 Ídem., p. 118.

 Villoro, op. cit., p. 118.

 Dussel, 2006a, p. 37.

 ‘Madre Tierra’, en aymara. Es una deidad en las culturas de los Andes. Nota de Abraham A. Rasgado González.

 Rafael Bautista S., “Evo Morales (1959-)”, en Enrique Dussel, Eduardo Mendieta y Carmen Bohórquez (editores), El pensamiento filosófico latinoamericano, del Caribe y “latino” 1300-2000. Historia, corrientes, temas, filósofos, DF, México, Crefal/Siglo XXI, 2009b, pp. 804-806.

 Mucha y variada información sobre éste y más temas están contenidos en: Laura Castellanos (textos) y Ricardo Trabulsi (fotografías), Corte de caja: Entrevista al Subcomandante Marcos, DF, México, Búnker/Alterno, 2008, 136 pp. Sobre todo este libro presenta un balance realizado por Marcos del movimiento zapatista: sus perspectivas políticas, sus reivindicaciones y sus avances en el plano de la construcción del poder obediencial a través de la constitución de las JBG.

 La comunidad política, que tiene el poder originario (potentia), vigila muy de cerca y con mecanismos eficaces a los que han sido elegidos como sus representantes (potestas), es decir, aquí hay una relación horizontal en el ejercicio del poder por parte de las dos instancias: la comunidad política fiscalizando, no alienando su poder originario por completo, y los gobernantes obedeciendo. Todos en el mismo plano.

 Para este concepto, vid. Stefan Gandler, “Interrupción del continuum histórico en Walter Benjamin”, en Fragmentos de Frankfurt. Ensayos sobre la Teoría crítica, Querétaro-DF, México, UAQ/Siglo XXI, 2009, pp. 37-84.

 Vid. Luis Villoro, op. cit., pp. 117-129.

 Cfr. Max Horkheimer, Estado autoritario, trad. y present. Bolívar Echeverría, DF, México, Ítaca, 2006.

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