Mateo Zapata, heredero de la revolución de su padre

Imágen: Palante

Jacobo García

Tenía sólo dos años cuando su padre cayó asesinado en Chinameca, en el Estado mexicano de Morelos, en 1919.
La Revolución se acercaba a su fin y sobre la arena de la vieja hacienda donde fue emboscado quedó el cuerpo del general Emiliano Zapata. Bajo sus órdenes, y al grito de ‘Tierra y Libertad’, el ‘caudillo del sur ‘se había encargado de organizar a los campesinos alzados en los estados del centro del país azteca, inicialmente contra la tiranía de Porfirio Díaz, pero, después, por lograr una reforma agraria que repartiera la tierra entre los campesinos.  Ochenta y ocho años después, el hijo menor de uno de los padres del México moderno, Mateo Zapata Pérez,  se ha ido a la tumba sin más capital que una hectárea de tierra, un tractor, una camioneta y una pequeña casa en el centro de Cuautla (Morelos) se ha ido a la tumba sin más capital que una hectárea de tierra, un tractor, una camioneta y una pequeña casa en el centro de Cuautla (Morelos). En su pequeña finca, cultivaba verdolagas y arroz. Sin embargo, durante toda su vida, su lucha no tuvo que ver con la tierra ni los cultivos, y sí con la mejora de la situación de las miles de viudas de los alzados que se levantaron junto a su padre, en 1910. Hasta su muerte, Mateo Zapata presidía el Comité Proveteranos Zapatistas, asociación fundada por él, con la que obtuvo ayudas para las viudas de la Revolución. Para ellas consiguió una pensión que, hasta la fecha, sigue siendo de 600 pesos (45 euros).

A través de la asociación, Mateo Zapata expresaba, además, su decepción con el resultado final de aquel levantamiento, que acabó convertido en lo que hoy es el PRI (Partido de la Revolución Institucional) y que gobernó el país de forma autoritaria durante más de siete décadas. «Mi abuelo murió también con el lamento de que la Historia no ha explicado los objetivos de lucha del general Emiliano Zapata, y acaso lo que más le disgustó fue que las nuevas generaciones desconocen los motivos de la Revolución mexicana y el legado del Plan de Ayala», ha explicado el nieto del recién fallecido, Edgara Castro Zapata, historiador encargado de la recopilación de la mayor cantidad de datos posible sobre el levantamiento agrario y campesino que hizo tambalear los cimientos del país.«Di siempre la verdad y no te lucres con la Historia ni con el apellido Zapata», le ordenó su abuelo antes de morir. A diferencia de sus hermanos mayores, Diego y Anita, Mateo no participaba nunca en las actividades oficiales que, cada año, se celebran en el país para recordar la memoria del general Emiliano Zapata, tanto por el aniversario de su nacimiento, el 10 de abril en Chinameca, como por su asesinato, el 8 de agosto en Anenecuilco, a unos 100 kilómetros del Distrito Federal. Y es que el menor de los hijos del legendario general vivió y murió con humildad, hastiado con los excesos del PRI. Los partidos políticos, sin embargo, trataron de atraer su atención y explotar tan jugoso apellido. En 1994, recibió una oferta del izquierdista PRD (Partido de la Revolución Democrática) para presentar su nombre como candidato a la gobernación del Estado de Morelos. Oferta que rechazó porque, según explicó entonces, «la política es muy cochina y el mismo sistema político mexicano mató a mi padre. ¿Por qué voy a estar con ellos?». fuente: EL MUNDO, España – 27 de enero de 2007